No hay tarea más difícil para un profesor que escribir sobre una
profesora a la que se admira y a una amiga a la que se quiere.
Siempre se teme no abarcar toda la riqueza de su obra y traicionar la
riqueza de su amistad, aún peor, resulta despedirla en su último viaje
hacia la luz.
Cecilia gozaba de la simpleza de la vida, fue una gran maestra que
educó a generaciones y quien aún, cuando la salud le jugó una mala
pasada siguió, siendo maestra.
Cada palabra de ella fue un canto a la vida, cada actitud siempre fue
un ejemplo para nosotros como colegas y amigos, era una mujer con
convicciones profesionales, segura, creyente de que todo se puede,
luchadora y vencedora.
Conocimos a Cecilia en los albores de los años 90, su simpatía,
su profesionalismo, su carácter alegre, su bondad muy pronto fue
tejiendo el cariño y la hondura en nuestra amistad. Ella era una
persona maravillosa fácil de querer y admirar, luchadora incansable
hasta sus últimos momentos.
Cecilia, hoy ya no estás con nosotros, elegiste partir cuando tu
colegio celebraba el día del profesor, profesión que tanto amabas,
estamos seguros que seguirás educando en el más allá, llenando
con tu dulzura las aulas del paraíso, y en el patio celestial jugarás a
la ronda con los ángeles y como te conocemos tanto, sabemos que
elegirás a los más necesitados para colmarlos de amor y dulzura.
Amiga, te fuiste entristeciendo nuestros corazones y dejando una
herida que el tiempo no borrará.
Tus amigos y colegas Marta, Lina , Alex y Ricardo.
Descansa en paz
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